¿Es pura coincidencia el descubrimiento
de la penicilina o la cancelación de algunos pasajes en el ´Titanic´ que después
se hundió? Tal vez hay una lógica detrás de todo ello
QUÉ ENCIERRAN LAS CASUALIDADES?Ángeles
Rubio - , socióloga.
En estos tiempos de pocas buenas noticias, recientemente saltaba a los medios una crónica con final feliz. Montse Ventura - una madre viuda que viajaba en un autobús de Barcelona de la línea 64 Barceloneta/ Pedralbes- salva su vida gracias a la coincidencia con Gloria, una endocrinóloga que, al verla, hizo un diagnóstico precoz de su tumor de hipófisis. Las dos mujeres, con un "ángel especial", se reencontraron días más tarde a través de una nueva coincidencia, cuando Gloria leyó en La Vanguardia la historia de la que formaba parte.Ángel, asimismo, es el nombre de un familiar cercano, de cuarenta años y con un hijo de siete; ingeniero informático. Es ese tipo de profesionales de los que nadie recuerda que haya llegado tarde un solo día al trabajo. Su sentido de la responsabilidad le hace levantarse siempre poco antes de que suene el despertador. Siempre, excepto aquel fatídico 11 de marzo del 2004, en el cual ni sonó la alarma ni oyó su reloj interior. Y eso evitó que tomase, como todos los días, uno de los tres trenes que estallaron en los atentados de Atocha, en Madrid. Su madre, también de nombre Ángeles, destrozada hasta que recibió la llamada de su hijo desde la estación, quiso preparar una cena para toda la familia y así dar gracias a Dios. Menos religioso, su padre, también informático, insistía en que las casualidades son sólo parte de la vida, tanto las buenas como las desafortunadas; y su hermana, por último, trató de convencerle de que ese tipo de casualidades son oportunidades que brinda la vida, en su propia lógica, para reflexionar. Casualidad o atención dirigida, depende de como se mire, resulta el hecho de que en torno a distintos medios de transportes se acumule un buen número de historias coincidentes que fueron determinantes en las biografías de sus protagonistas. Por ejemplo, una motocicleta con sidecar fue el medio desde el que el anarquista Ramón Casanellas ametralló al entonces presidente del Gobierno Eduardo Dato en el año 1921, y el vehículo en donde el propio Ramón Casanellas falleció años más tarde cuando circulaba por la zona de Montserrat. Causalidad más que coincidencia dirían muchos, cuando parafraseando el refranero se recuerda que "quien a hierro o desde el hierro mata, a hierro y en el hierro muere". Y los hierros de los medios de transporte, como metáfora del espacio y el tiempo, las de las vías del tren, el avión o de navío, no son ajenos a multitud de casualidades también redentoras."Ángel" reconocido es el que acompañaba a la camarera de transatlánticos Violeta Jessop, que gozó de una larga existencia gracias a la reincidente causalidad de sobrevivir al hundimiento de tres de ellos: el Olimpia,el Britania y el Titanic;las tres joyas de la White Star Line. Este último, envuelto en misteriosas cancelaciones y anulaciones días y segundos previos a su partida, como la del propio propietario de la naviera, J. P. Morgan. Como en tantos casos, situaciones que hacen pensar que ciertas personas cuentan con un instinto para olfatear las desgracias.De hecho, los grandes accidentes suelen caracterizarse por la confluencia no de uno, sino de múltiples errores y fatalidades, lo que produce tal sobrecogimiento y perplejidad que logra sustraer la atención de lo cotidiano, y que entronca con debates más profundos sobre el azar, la providencia o sobre las propias preguntas que se siguen haciendo todas las ciencias naturales y sociales.La mezcla entre lo material y lo humano, entre la muerte y la vida, entre la tragedia, elhumory la esperanza, causas y sinrazones, es lo que hace de las coincidencias una suerte de contradicción y, como tal, siguiendo a Ludwig Wittgenstein, terreno abonado para la filosofía. Guiños de Dios o pestañeos del alma como dicen unos, azar o secuencia de probabilidades, otros, las casualidades pueden sacudir los pilares más sólidos de ideologías y creencias. Un ejemplo de esta paradoja entre causalidad y casualidades es la propia ciencia, caracterizada por explicar las causas de los fenómenos a través del método en el que se formula previamente lo que quiere estudiarse, los resultados esperados, los que posteriormente se confirman o rechazan. Pues bien, los avances más significativos de esta suelen surgir de la casualidad más inesperada.Henry Becquerel, en 1896, descubre la radiactividad al abrir un cajón y comprobar el ennegrecimiento de una placa fotográfica junto a un frasco de sales de uranio. En 1802, Oersted descubre la conexión entre electricidad y magnetismo, mientras impartía una conferencia en Copenhague, al situar accidentalmente una brújula cerca del hilo conductor de electricidad y observar que la aguja cambiaba de dirección. Algo parecido a lo que le ocurrió a Alexander Fleming cuando descubrió la penicilina en 1928 gracias a la fortuita observación de las secreciones de un hongo que destruía los estafilococos, las bacterias responsables de las infecciones. De este modo, el hacer científico se ha ido construyendo con la exclamación "Eureka" (lo encontré) de fondo, expresión que parte de un Arquímedes entusiasta (siglo III a. C.) al descubrir el principio de flotación mientras se bañaba desnudo, y repetida por Newton (1643-1727) cuando descubre, casualmente, la ley de la gravedad al caer una manzana sobre su cabeza en la campiña británica.Todo esto no es de extrañar, porque la ciencia y las creencias religiosas comparten una actitud de atención frente a la vida para explicar desde diferentes ámbitos lo que previamente ya existía, es decir, las leyes del universo. Ya lo decía Thomas Kuhn en su famosa obra La estructura de las revoluciones científicas (1962): los científicos no saben previamente qué problema van a resolver, porque el problema y la solución surgen de antemano. Las nuevas verdades son el resultado de relacionar, a veces gracias a un casual destello de lucidez, otras certezas del pasado. De ahí la magia nada esotérica del conocimiento, como de la vida que es constante aprendizaje, cuando sale al encuentro.Así, uno de los
mejores días ocurre lo peor, como en el Titanic,y el peor día de todos se transforma en la oportunidad de una vida, como le ocurrió a la actriz sudafricana Charlize Theron, embajadora de la ONU. Con una existencia muy difícil tras de sí (su madre mató a su padre en defensa propia), se encontraba frente a la ventanilla de un banco de Hollywood Boulevard cuando debido a su aspecto humilde se negaron a pagarle un talón. Al borde de sus fuerzas y discutiendo acaloradamente con el cajero, atrajo la atención de John Crosby, el agente artístico, que le preguntó si nunca se había planteado trabajar en el cine y le dejó su tarjeta.Como decía Albert Einstein, "el mundo que hemos creado es producto de nuestra forma de pensar", y las propias formas de contar e interpretar las historias humanas se encuentran impregnadas de valores culturales, como el de compensación y justicia, y tal vez por ello suelan ser más recordadas las casualidades benefactoras cuando se han visto precedidas de la fatalidad. Pues bien, el colmo de las coincidencias resulta al comprobar el cúmulo de ellas que tuvieron que ocurrir a personajes como el propio Albert Einstein, Carl Jung o Clive Granger, para alcanzar sus descubrimientos, precisamente algunos de los que más se afanaron en explicar la relación entre causalidad y casualidad. Por ejemplo, es bien conocido que el primero fue censurado por sus profesores en la infancia al considerarle un joven con muy pocas posibilidades de progresar. La gran casualidad fue que, como el propio Nobel de Física admitiría en su autobiografía, gracias a ese desarrollo intelectual tardío fue posible la formulación de una teoría tan compleja como la de la relatividad: "Un adulto normal no se inquieta por los problemas que plantean el espacio y el tiempo, pues considera que todo lo que hay que saber al respecto lo conoce ya. Yo, por el contrario, he tenido un desarrollo tan lento que no he empezado a plantearme preguntas sobre el espacio y el tiempo hasta que he sido mayor". De este mismo carácter amable surgiría su sentencia: "La vida es hermosa, vivirla no es una casualidad".Carl Jung, fundador de la psicología profunda, comenzó a desarrollar su teoría sobre las coincidencias gracias a las conversaciones con el físico cuántico Wolfgang Pauli sobre el probable funcionamiento de la historia. Ambos reconocieron que para que se conocieran tuvieron que ocurrir muchos hechos coincidentes y dolorosos. Dela terapia psicoanalítica con Jung, al parecer Pauli también extrajo la visualización de la danza subyacente a todas las partículas subatómicas que se constituyen en la base de todo el universo, y que le valieron el premio Nobel de Física. De dicha teoría consiguió Jung, a su vez, las bases para la suya sobre la sincronicidad.Al contrario que los anteriores, la vida de Clive Granger se encuentra llena de golpes de suerte y casualidades que determinaron su obra, y que llevaron a aquel niño que, según alguno de sus profesores, "nunca llegaría a tener éxito" a convertirse en figura clave de la econometría. De formación matemático, obtuvo el premio Nobel de Economía por sus trabajos estadísticos en los que integra casualidad y causalidad para explicar el funcionamiento de los sistemas económicos al tratar de forma unitaria estadística y economía, el corto plazo a través de distorsiones aleatorias, y el largo plazo de las regularidades económicas, y con ello las relaciones entre riqueza y consumo, tipos de cambio y niveles de precios, y tipos de interés.Si causa y coincidencia se integran en las finanzas, no puede imaginarse menos de las relaciones personales, a no ser que exista una parte de información que se desconoce poseer. Deepak Chopra (médico, escritor indio) suele decir en sus conferencias que si en un avión se sienta al lado una persona que está escribiendo un libro con la misma idea central que la que él también está escribiendo, la ley de la probabilidad no puede explicarlo, y sí el hecho de que la vida tiene un significado, una conexión espiritual y todas las personas se encuentran elaborando sus propias vidas. Algo similar a lo acontecido a la doctora en el autobús urbano 64 cuando describía su determinación de comunicar su diagnóstico a Montse Ventura: "Me fijé en ella por las buenas vibraciones que transmitía, y de no haberlo dicho me hubiese encontrado muy intranquila".Tiene que ver con una suerte de sensibilidad anticipativa que denominamos intuición, y que lleva a ponerse con mayor facilidad en "la piel de los demás" y, otras ocasiones, a salvar grandes peligros. Porque la intuición, como forma de conocimiento no consciente, lleva a comportamientos que en principio pudieran parecer fortuitos al desconocer su causa; como cuando se evita tomar un automóvil que luego se accidentará, un empleo en una empresa que irá a la quiebra o una relación con una persona malintencionada pero que a priori parece buena. Ciertos detalles (los gestos, el parecido con situaciones anteriores, etcétera) pueden estar avisando, ¡y sin saberlo!, del desenlace.Según el mencionado Carl Jung, la falta de validez que se confiere al azar es porque todavía no se ha descubierto la causa de las
"coincidencias signi-ficativas", dado que no pueden explicarse por el principio de causa y efecto, ni por la ley de serialidad, pero sí por una conexión transversal entre lo que acontece en el conjunto del universo. Como por ejemplo, cuando suena el teléfono después de recordar a un amigo, y no antes. La visión fragmentada, no unitaria, de los razonamientos sería la que estaría impidiendo el conocimiento global, del mismo modo que el estudio de la física cuántica ayudó a Jung a formular su teoría psicológica del inconsciente colectivo, como también la de la sincronicidad en la vida humana, en su libro La interpretación de la naturaleza y la psique.El mismo inicio de la vida es una casualidad con causa, desde el apareamiento, producto del azar, hasta el proceso biológico por el que se produce la fecundación: millones de espermatozoides en pos de un solo óvulo y que darán un ser diferente reproducen el juego de azar en su posibilidad infinita de no errar. La casualidad del error genético, a su vez, será fuente del nacimiento de nuevas especies a través de la deriva genética (casuales fluctuaciones causales), diversidad y evolución.En los seres humanos la cultura ha querido ver, en la casualidad del encuentro de la persona amada y en las coincidencias personales de las parejas, el destino, bien en forma de voluntad divina (casamiento y mortaja del cielo bajan) o pagana como realización del mito platónico de la "media naranja". El problema reside en que dicho mito, procedente de la obra El banquete de Platón, no habla de cítricos ni de relaciones entre hombres y mujeres, sino de seres circulares andróginos que fueron divididos por Zeus, y que sólo cuando vuelven a encontrase se sienten completos. Y es que, tanto en el relato mítico como en la realidad cotidiana, el gozo ante las coincidencias es el resultado de una suerte de narcisismo, es decir, que más que una fuerza altruista o platónica, uno se enamora del reflejo de sí mismo o de lo que le gustaría ser. Pero dicha casualidad tiene buena parte de proyección.La relación entre las preferencias físicas a las coincidencias espirituales quedó demostrada por Plesser-Storr en 1995, con sus experimentos entre universitarios que estaban ilusionados por gustar a una chica atractiva. Los estudiantes expresaban actitudes y opiniones falsas con tal de estar de acuerdo con ella. Sin embargo, cuando se trataba de una chica poco atractiva, los mismos estudiantes hacían justo lo contrario, expresando falsos desacuerdos, con lo que quedaba demostrado que la atracción y el deseo sexual generan acuerdo y coincidencia. Este hecho ha sido también explicado por la antropología física, de modo que el amor no partiría del corazón, sino más bien del cerebro, concretamente del hipotálamo, en donde se encuentra la molécula del amor. La principal causante sería la fenitelitamina, un neurotransmisor que produce un estado de optimismo transitorio. Por su parte, la noradrenalina, en los primeros estadios del enamoramiento, sería la causante de que se vean coincidencias y de minimizar las dificultades como la distancia física y social o la diferencia de edad.A pesar de todo, atractivo (una cualidad diseñada por la cultura y la personalidad) , afinidad y proximidad son las tres variables que la psicología social destaca como principales implicadas en el enamoramiento. Ysi las coincidencias no siempre son garantía de llevarse mejor, sino a veces de choque de caracteres, la afinidad cultural facilita la comunicación y que las personas se comprendan, por lo que las parejas multiculturales son las que alcanzan mayores tasas de separación y divorcio.La buena noticia es que si todos los estudios que en los últimos años trataban el tema de la caducidad del amor romántico cifraban la vida de este en el corto plazo de entre uno y cuatro años, en otra dinámica más benévola como ocurre en la econometría, un estudio más reciente (de la Universidad de Stony Brook, de Nueva York) apunta que un diez por ciento de las parejas enamoradas seguirán estándolo de igual modo en el
largo plazo (pasados veinte años); lo que sin duda tiene mucho que ver con la presencia de dichas hormonas y neurotransmisores, como reflejo no sólo de la casualidad, sino además de la voluntad por hacer de la excepción, la norma.Es la voluntad de que las cosas salgan bien cuando se mira más allá del interés particular, para atraer la suerte del albur en el trabajo, de querer tener "la fiesta en paz" con amistades o en política lo que atraerá las fuerzas coincidentes. O dicho de otro modo, el sentido común para el éxito, antes que la fatalidad.